Estos animales que nos indican que hace suficiente frío para nevar, aparecen por nuestra tierra de vez en cuando agrupadas en bandadas que deambulan de un prado a otro en busca de alimento.
El Avefría se comporta como un típico chorlito en sus hábitos generales. Durante la reproducción vive aislada en parejas, aunque la escasez de hábitats adecuados suele agrupar a varias de ellas de forma que dan la impresión de que se reproducen en colonias. En el otoño e invierno es gregaria, formando bandos más o menos numerosos que ocasionalmente se unen entre sí, dando lugar a espectaculares concentraciones. En vuelo es un pájaro inconfundible. Su lento y como perezoso batir de alas es tan notorio como la forma redondeada de ellas y el contraste general que a primera vista presenta entre el plumaje del dorso que parece negro y el blanco de las partes inferiores.
Habita en todo tiempo en campos abiertos, praderas húmedas y páramos, pero no a mucha altitud. En la Península Ibérica durante la reproducción se concentra fundamentalmente en praderas y vegas próximas a lagunas y charcas y sobre todo en marismas costeras. En el invierno rehúye montañas y zonas arboladas y las riberas de ríos, campos cultivados, tierras con rastrojo, campos costeros e incluso playas son frecuentados por los bandos, que si no se los molesta permanecen muchas horas posados, pero se muestran muy inquietos y erráticos cuando se les acosa.
En el suelo sus actitudes son muy características, especialmente al comer, y observándola no ofrece duda de que se trata de un chorlito. Corre por el suelo cortos trechos, parándose de repente, a veces ladeando la cabeza, pero casi siempre con la mirada fija en el suelo y arrancando de nuevo y doblándose para golpear con el pico la presa sin flexionar las patas. Dícese que posee un oído tan fino que puede escuchar el ligero rumor que una lombriz de tierra hace al moverse en el interior de ésta. Así se puede ver cómo la Avefría, después de observar fijamente el suelo efectúa una corta carrera y muy certeramente extrae una lombriz de un lugar donde aparentemente no había antes nada.
La voz de las avefrías no falta nunca en el paisaje frío y desangelado del invierno. Un sonido como «piiuit», muy simple, pero emitido en tono lastimero es inconfundible. Cuando están posadas y se les molesta la expresión es más áspera. Durante la reproducción y en los días del cortejo los machos emiten insistentemente el mismo sonido, pero más repetido y prolongándolo.
Aunque existe una notable variación sobre la época en que las avefrías ocupan sus zonas de reproducción, muchas empiezan a establecerse en los últimos días de febrero. Los machos llegan una semana por lo menos antes que las hembras y a poco se muestran muy inquietos, explorando la zona y especialmente las proximidades de las lagunas o charcas próximas. Sus vuelos a baja altura, muchas veces sobre el agua, y sus picados hacia el suelo son constantes. Normalmente se emparejan un macho con una sola hembra. Pero se han comprobado con frecuencia casos de bigamia. Cuando el macho está en pleno celo representa en el suelo escenas en las que trata de atraer a la hembra mostrando destacadamente el fuerte y variado colorido de su plumaje en el que la cola blanca y negra y el color acastañado que tiene bajo ella son erizados formando un abanico muy vistoso. En esas fechas los machos parecen estar enloquecidos, sobre todo cuando se observa a veces que ninguna hembra presencia este alocado cortejo. Esta representación va acompañada de sonidos ásperos y sordos que no están en consonancia ciertamente con la solemnidad del momento.
Una vez formados los bandos, éstos vagan por los campos cultivados, en pequeños grupos que se suelen reunir al anochecer. Su alimentación incluye sobre todo insectos y sus larvas, lombrices de tierra y pequeños moluscos. También come semillas y una abundante cantidad de materia vegetal en forma de trozos de hojas de plantas y hierbas, representando casi un 15 por ciento del total de la dieta.
El Avefría comienza a hacerse notoria en todas las regiones de la Península Ibérica a partir de noviembre y ocasionalmente antes si el tiempo otoñal se muestra desacostumbradamente frío, adelantándose el invierno. En los campos de Castilla se suelen ver pequeños grupos de avefrías en el mes de septiembre, probablemente aves sedentarias o inmaduras. En La Mancha y en Andalucía, sobre todo en zonas próximas a las vegas bajas del Guadalquivir, el Avefría abunda en todas las épocas del año como consecuencia de las muchas parejas que anidan en las Marismas del Guadalquivir y en el Coto de Doñana. La mayor concentración de invernantes corresponde a los meses e enero y febrero y las olas de frío congregan en todos los campos ibéricos muchos millares.
Como consecuencia de su abundancia y de los movimientos migratorios tan espectaculares, es una de las especies que han sido más anilladas, y como en la mayoría de los países de su área sur de invernada es considerada como especie cinegética, la abundancia de recuperaciones ha sido muy grande, lo que, consecuentemente, ha permitido realizar estudios exhaustivos sobre sus migraciones, movimientos invernales y longevidad.