viernes, 29 de febrero de 2008

LAS AVEFRÍAS

Tengo que confesar que estaba esperando a que cayese una buena nevada y aparecieran estos animalillos, para hablar de ellos, pero hoy casi borro el post por accidente y he decidido sacarlo ya a la luz.
Estos animales que nos indican que hace suficiente frío para nevar, aparecen por nuestra tierra de vez en cuando agrupadas en bandadas que deambulan de un prado a otro en busca de alimento.

El Avefría Europea Vanellus vanellus tiene una apariencia inconfundible por la larga y eréctil cresta que le nace en la oscura cabeza y que es más larga en el macho que en la hembra. El color verde oscuro irisado del plumaje de su espalda y dorso de las alas, contrasta mucho con las partes inferiores, de un color blanco níveo. La garganta y el pecho son negros, el pico corto y delgado y las patas rosado oscuro. Muy conspicuo es el color acastañado de las infracobertoras caudales (plumas situadas bajo el nacimiento de la cola) y la cola blanca terminada en una ancha banda negra. La cara es blanca y de ella nace una bigotera negra bastante larga. Esta descripción corresponde a un adulto en plumaje primaveral.





En el otoño e invierno el color es mucho más difuminado y el blanco de las partes inferiores está manchado con fajas oscuras. Este es el plumaje más común en las que vemos normalmente en la Península, pero en el mes de febrero ya el Avefría posee un brillante plumaje aunque aún esté lejos de sus zonas de cría.
El Avefría se comporta como un típico chorlito en sus hábitos generales. Durante la reproducción vive aislada en parejas, aunque la escasez de hábitats adecuados suele agrupar a varias de ellas de forma que dan la impresión de que se reproducen en colonias. En el otoño e invierno es gregaria, formando bandos más o menos numerosos que ocasionalmente se unen entre sí, dando lugar a espectaculares concentraciones. En vuelo es un pájaro inconfundible. Su lento y como perezoso batir de alas es tan notorio como la forma redondeada de ellas y el contraste general que a primera vista presenta entre el plumaje del dorso que parece negro y el blanco de las partes inferiores.
Habita en todo tiempo en campos abiertos, praderas húmedas y páramos, pero no a mucha altitud. En la Península Ibérica durante la reproducción se concentra fundamentalmente en praderas y vegas próximas a lagunas y charcas y sobre todo en marismas costeras. En el invierno rehúye montañas y zonas arboladas y las riberas de ríos, campos cultivados, tierras con rastrojo, campos costeros e incluso playas son frecuentados por los bandos, que si no se los molesta permanecen muchas horas posados, pero se muestran muy inquietos y erráticos cuando se les acosa.





A pesar de la aparente lentitud de su vuelo, una característica que no tiene común con los demás chorlitos, recorre grandes distancias en poco tiempo. Esto ha sido bien comprobado con el anillamiento, como se dirá después, pero aquí es necesario referir el hecho de que un Avefría anillada en la isla de Ouessant (Bretaña francesa) y soltada en la noche del 30 al 31 de diciembre, fue muerta a los dos días, el 1 de enero, en Belmonte (Asturías), nada menos que a 600 km. en línea recta al Sur. Sin embargo, aun admitiendo esta gran autonomía de vuelo, hay que señalar que los bandos de avefrías carecen de la agilidad y rapidez en la maniobra que tienen otros limícolos. Al volar no forman generalmente una línea o figura geométrica, pero sí tendencia a formaciones alargadas.
En el suelo sus actitudes son muy características, especialmente al comer, y observándola no ofrece duda de que se trata de un chorlito. Corre por el suelo cortos trechos, parándose de repente, a veces ladeando la cabeza, pero casi siempre con la mirada fija en el suelo y arrancando de nuevo y doblándose para golpear con el pico la presa sin flexionar las patas. Dícese que posee un oído tan fino que puede escuchar el ligero rumor que una lombriz de tierra hace al moverse en el interior de ésta. Así se puede ver cómo la Avefría, después de observar fijamente el suelo efectúa una corta carrera y muy certeramente extrae una lombriz de un lugar donde aparentemente no había antes nada.
La voz de las avefrías no falta nunca en el paisaje frío y desangelado del invierno. Un sonido como «piiuit», muy simple, pero emitido en tono lastimero es inconfundible. Cuando están posadas y se les molesta la expresión es más áspera. Durante la reproducción y en los días del cortejo los machos emiten insistentemente el mismo sonido, pero más repetido y prolongándolo.
Aunque existe una notable variación sobre la época en que las avefrías ocupan sus zonas de reproducción, muchas empiezan a establecerse en los últimos días de febrero. Los machos llegan una semana por lo menos antes que las hembras y a poco se muestran muy inquietos, explorando la zona y especialmente las proximidades de las lagunas o charcas próximas. Sus vuelos a baja altura, muchas veces sobre el agua, y sus picados hacia el suelo son constantes. Normalmente se emparejan un macho con una sola hembra. Pero se han comprobado con frecuencia casos de bigamia. Cuando el macho está en pleno celo representa en el suelo escenas en las que trata de atraer a la hembra mostrando destacadamente el fuerte y variado colorido de su plumaje en el que la cola blanca y negra y el color acastañado que tiene bajo ella son erizados formando un abanico muy vistoso. En esas fechas los machos parecen estar enloquecidos, sobre todo cuando se observa a veces que ninguna hembra presencia este alocado cortejo. Esta representación va acompañada de sonidos ásperos y sordos que no están en consonancia ciertamente con la solemnidad del momento.





Aunque las avefrías no alcanzan la madurez antes de los dos años son frecuentes los casos de las que se reproducen antes o al cumplir el año. Los machos excavan agujeros o huecos en el terreno y, una vez emparejados, la hembra escoge uno que rellena con hierba seca y palos pequeños, operación que suele prolongar durante la misma incubación, de manera que de un nido muy somero al principio pasa a uno notablemente voluminoso. La puesta suele ser de cuatro huevos piriformes con el fondo blanquecino o grisáceo, y también verdosos o pardos con abundantes puntos y manchas de color marrón oscuro que a veces alcanzan tal densidad que el nuevo tiene color enteramente marrón. Las puestas de tres y cinco huevos no son infrecuentes y mayor cantidad pueden pertenecer a dos hembras que han puesto en el mismo nido. Ambos adultos alternan la incubación, que dura de 25 a 30 días y los pollos al nacer dejan el nido en cuanto tienen bien seco el plumón. Se alejan entonces bastante de él, pero como en esta época el tiempo suele ser lluvioso e incluso caen fuertes heladas, la hembra cubre a las pequeñas avefrías, frecuentemente durante quince o veinte días, sobre todo de noche. También los adultos defienden su zona frente al ganado que pasta y que puede resultar peligroso para la integridad del nido.





En cuanto los jóvenes vuelan, toda la familia forma un pequeño bando uniéndose a los ya formados por avefrías nacidas antes, por no reproductores o por los adultos cuyas puestas fueron destruidas. Un avefría puede normalmente, si su puesta se malogra, volver hasta tres o cuatro veces a repetirla. Por esta causa siempre fue objeto de la recogida de huevos por los lugareños, práctica que hoy día está casi desterrada.
Una vez formados los bandos, éstos vagan por los campos cultivados, en pequeños grupos que se suelen reunir al anochecer. Su alimentación incluye sobre todo insectos y sus larvas, lombrices de tierra y pequeños moluscos. También come semillas y una abundante cantidad de materia vegetal en forma de trozos de hojas de plantas y hierbas, representando casi un 15 por ciento del total de la dieta.
El Avefría comienza a hacerse notoria en todas las regiones de la Península Ibérica a partir de noviembre y ocasionalmente antes si el tiempo otoñal se muestra desacostumbradamente frío, adelantándose el invierno. En los campos de Castilla se suelen ver pequeños grupos de avefrías en el mes de septiembre, probablemente aves sedentarias o inmaduras. En La Mancha y en Andalucía, sobre todo en zonas próximas a las vegas bajas del Guadalquivir, el Avefría abunda en todas las épocas del año como consecuencia de las muchas parejas que anidan en las Marismas del Guadalquivir y en el Coto de Doñana. La mayor concentración de invernantes corresponde a los meses e enero y febrero y las olas de frío congregan en todos los campos ibéricos muchos millares.

Como consecuencia de su abundancia y de los movimientos migratorios tan espectaculares, es una de las especies que han sido más anilladas, y como en la mayoría de los países de su área sur de invernada es considerada como especie cinegética, la abundancia de recuperaciones ha sido muy grande, lo que, consecuentemente, ha permitido realizar estudios exhaustivos sobre sus migraciones, movimientos invernales y longevidad.





En el litoral cantábrico el paso hacia el Norte en el mes de febrero resulta espectacular sí el tiempo es bueno y domina el viento sur, volando entonces las avefrías a baja altura. A veces, se pueden observar individuos retrasados en diversos lugares de las costas del norte. En mayo se han visto avefrías sobre las marismas de Santoña (Santander), Villaviciosa (Asturias) y Zumaya y Fuenterrabía (Guipúzcoa).





La Avefría se reproduce en España muy diseminada por terrenos próximos a charcas y lagunas. Las poblaciones más numerosas están en La Mancha y en las Marismas del Guadalquivir, donde pueden anidar varios centenares de parejas.

1 comentario:

Camila dijo...

Para los que somos admiradores de la fauna de un lugar esta bueno disfrutar de viajar a distintos sitios y de esta manera poder apreciar los animales de varios paises. En general trato de viajar a lugares con buen clima por la vegetación. Sin embargo este año he decidido obtener vuelos a las vegas a pesar de que no hay animales alli