miércoles, 8 de octubre de 2008

LA BERREA


Los meses de septiembre y octubre son los de la época de celo de los ciervos con su particular sonido.

Muchos son los vecinos de Udías que en estos días han marchado o marcharán a pasar la noche en Saja o en la zona de Sejos, e incluso en Líebana, para disfrutar de los sonidos del otoño.

El otoño es tiempo de berrea en las montañas. El berrido del ciervo, o venado, pone los pelos de punta a quien lo escucha, porque se deja sentir como un lamento áspero, profundo y destemplado, que recuerda al mugido de las vacas, con la gran diferencia de que el grito que emiten los venados se propaga a varios kilómetros de distancia, desde el atardecer hasta que afloran las primeras luces del día. De un tiempo a esta parte, esta llamada para marcar el territorio y atraer a las hembras también se ha convertido en un reclamo turístico al que acuden cientos de personas, provistas de prismáticos, mucha paciencia, y deseosas de presenciar en una pradera de cualquiera de los montes de Cantabaria una pelea entre dos machos de poderosas cuernas. En algunos casos, este fenómeno ya se ha convertido en un reclamo turístico con visitas guiadas en grupos reducidos. Esto ocurre en algunos puntos como Sejos. En la zona de Cantabria, la berrea se puede vivir en su máximo esplendor en las la Reserva Nacional del Saja. Sin embargo, este periodo de celo en los ciervos no se encuentra explotado en su parcela más lúdica. Los cazadores sí buscan en este periodo abatir un buen ejemplar de venado ya que es el momento en el que menos precavidos se encuentran.


No es para menos que tantas personas madruguen para conocer este ritual en el que, durante cerca de un mes, hasta mediados de octubre, los ciervos machos se aparean con cuantas hembras forman su rebaño y dirimen sus diferencias con otros ejemplares masculinos que pretenden arrebatarles la primacía sexual exhibiendo sus astas. En estos veinte días, un venado adulto cubre a seis o siete ciervas de manera continuada y el esfuerzo es tan enorme que, en este tiempo, pueden llegar a perder hasta un cuarto de su peso. La climatología también afecta a esta efervescencia sexual; así, el celo cambia en función de la temperatura y la lluvia registrada en los últimos meses, según recoge un reportaje de la agencia Ical. En este periodo de ardor sexual, los ciervos más jóvenes son solo meros espectadores de un espectáculo en el que compiten los machos adultos y fuertes, que han superado los cinco años. Las cuernas se golpean, se produce un entrechocar de las astas, donde no se llega a herir al contrario. Tras varios días de luchas agotadoras, los machos ganadores cubren a las hembras de sus harenes. Después de ocho meses de gestación, darán a luz, en el mes de mayo, a una sola cría. Los cervatillos son miméticos y adoptan diversas posturas con el objeto de pasar desapercibido.


Si el tiempo del celo del venado es la berrea; el del gamo es la ronca, pues emite una especie de ronquido y el del corzo la "ladrá". Esta se puede escuchar de vez en cuando por el monte Corona en los meses de julio y agosto, y al igual que ocurre con el venado, existe una evidencia sonora que informa del estado de los machos de la especie con un ladrido parecido al del perro. Las hembras, eso sí, no parirán hasta la primavera siguiente.

No hay comentarios: